sábado, 5 de septiembre de 2015

HUARACA : BOSQUE DE PIEDRAS Y LAGUNA


En una de la calles del perímetro de la plaza principal de Vinchos se estacionan los autos que hacen servicio de taxi. No hay mucha entrada y salida de vehiculos de servicio público en este lugar, motivo por el cual los taxistas cubren esta necesidad transportando a los pasajeros a otros puntos alejados de la ciudad.

Me había acercado a uno de ellos para hacer la cotización de cuanto sería el costo por llevarme hasta la Laguna de Huaraca. El costo indicado fue de $/. 100.00 por el servicio de ida y vuelta más la caminata a la misma laguna. Dicho valor en un primer momento me pareció excesivo motivo por el cual me retiré a caminar por la ciudad.

Estaba sentado en una de las bancas de la plaza principal viendo el movimiento de la ciudad cuando de pronto pasa un auto cuyo chofer me levanta la mano por la ventanilla abierta de su puerta, gesto que yo también respondí con la misma acción, levantando la mano.

El auto avanzaba lentamente y por momentos se detenía para conversar brevemente con algunas personas, es común en estos pueblos que casi todos se conocen y se saludan. Me levanté de mi asiento y fuí detrás del auto, que se detuvo a media cuadra de la plaza de armas. Hablé con el chofer para que me llevara a la Laguna de Huaraca y sobretodo por el costo. Llegamos a un acuerdo y enrrumbamos a mi destino escogido para este día. Hubiese sido una pena no haber podido conocer este bello lugar.

El trayecto se desarrolla por un camino asfaltado en medio de paisajes hermosos: la tierra cubierta de verde y un cielo totalmente despejado, sin ninguna nube que me impida disfrutar del maravilloso color azul de los cielos serranos.


Despué de 15 minutos de viaje por la vía de Los Libertadores que conduce a Huaytará encontramos la primera y gran señal del lugar al cual íbamos. Pero el panel no dice nada sobre la laguna, solo hace mención al bosque de piedras de Huaraca, que según se indica aquí se localiza a 4.5 km. de distancia. La laguna se encuentra mucho más arriba.



Hacemos un desvío y comenzamos a ascender por una pista que todavía sigue siendo asfaltada.  Luego  encontramos un pequeño cartel que nos da la bienvenida al anexo de Huaraca, el cual pertenece al Centro Poblado de Anchacchuasi. El aviso nos indica que estamos a 4 km de distancia.



Mientras hacíamos el trayecto le pregunté al chofer por el gesto de levantarme la mano en la plaza principal; se sonrío y seguidamente me comentó que ahora que me veía bien se había confundido con otra persona. Yo creo que fueron esas cosas inexplicables, que no sabemos más que decirles cosas del destino, lo que permitió que nos saludáramos sin conocernos y emprendiéramos juntos un viaje de aventura.

Cruzamos un puente sobre un pequeño rio.



Y desde aquí el camino es otro, ya no es sobre el asfalto que vamos sino sobre un angosto camino afirmado para el paso de un solo vehículo, el cual entre curva y curva va subiendo a cumbres más elevadas. A través de la ventana miro hacía un costado y veo el abismo que me recuerda que cada vez estamos a mayor altitud.



Llevamos más de una hora de trayecto y seguimos avanzando, hemos pasado la zona de las curvas peligrosas y ahora avanzamos por una carretera relativamente plana, la cual se abre paso entre los cerros que por esta parte se van cerrando dejando solo un espacio para el camino por donde transitamos.



Sobre el origen del nombre no he podido encontrar nada en la red. Recuerdo que de niño jugaba con una “onda”, conformada por dos tiras de jebe en la cual se coloca una piedra pequeña, al estirar el jebe y soltar, la piedra sale disparada con gran fuerza. Jugaba con mis hermanos y amigos apuntado a diversos objetos con la finalidad de determinar el que tenía mejor puntería. En la sierra hay algo parecido pero mucho más grande, hecho de dos largas sogillas en la cual se colocan piedras de regular tamaño, se volea varias veces y se suelta hábilmente una de las sogillas, permitiendo que la piedra salga disparada a gran distancia, es un arma ofensiva muy antigua y tradicional desde la época de los Incas, a esta arma le llaman Huaraca.



Después de cerca de hora y media aproximadamente de viaje llegamos a la zona que se conoce como el bosque de piedras de Huaraca.



El lugar es un espacio grande en donde se encuentran diseminadas piedras de diferentes formas y tamaños. He tenido oportunidad de estar en varios bosque de piedras, pero la característica particular de este lugar es que las piedras no se encuentran juntas, sino que cada una se localiza a cierta distancia de la otra en medio de una gran explanada.




También hay muchas piedras de gran tamaño algunas de las cuales con un poco de esfuerzo pude ascender. La foto que me tomé muestra la relación del tamaño de esta piedra.



Las cimas de los cerros colindantes están totalmente cubiertos de farallones, formándose una verdadera larga pared de piedra.



Dejamos el carro en el bosque y comenzamos a caminar porque desde aquí se inicia la caminata hacía la laguna.



Aventurarse solo es muy arriesgado por lo alejado del lugar y sobretodo porque aquí no hay ninguna señal ni huellas de caminos que nos indique por donde caminar.  Solo se puede llegar con alguien que ya conoce y fue anteriormente a este lugar.



En mi caso el amigo chofer ya había ido en una oportunidad a la laguna con un grupo de personas de su trabajo. Aun así, a veces se detenía tratando de recordar el rumbo a seguir, incluso en algunas oportunidades me preguntaba sobre el rumbo a seguir. Nada podía hacer solo confiar en sus recuerdos, estaba allí, habíamos hecho un largo camino y teníamos que llegar de todas maneras a la laguna, no podíamos desistir.



Pasábamos por caminos estrechos en donde las piedras casi nos impedían el paso, como queriendo confundirnos de camino.



Seguíamos subiendo y subiendo con la esperanza que desde arriba pudiéramos divisar la ubicación de la laguna. Muy abajo y lejano había quedado el bosque de piedras el cual desde aquí ya no se divisaba.



Después de media hora de caminata el aspecto del lugar por donde caminábamos comenzó  a cambiar. Cada vez había menos piedras y empezábamos a ver árboles.



La aparición de muchos árboles me hizo pensar que estábamos cerca de un lugar donde existía mucha agua, de lo contrario no existiría esta cantidad de vegetación. Por aquí se veía un camino marcado por las pisadas de otros visitantes, sentía en cada paso que ya estábamos cerca del objetivo.



Y no me faltó razón, por entre las ramas de los árboles podía ver las azules aguas de la laguna. Me invadió una alegría que me hizo olvidar el cansancio que tenía, mi única botella de agua casi se había terminado, solo me quedaban unas mandarinas que llevaba en la mochila las cuales comimos en el camino de regreso a la ciudad.


Después de casi 1.5 km. de caminata, una hora caminando aproximadamente,  finalmente llegaba en la Laguna de Huaraca. El nombre original de la laguna es Ustunaqocha, pero también algunos lo llaman por el nombre del pueblo donde se encuentra, Huaraca.


Muchas veces se dice que ver una imagen permite conocer mejor un lugar que leer una descripción del lugar. Eso haré en esta oportunidad, dejaré que cada uno interprete las imágenes de la laguna.








Llegaba para mí lo más triste de todo viaje: iniciar el camino de regreso, alejándome tal vez para siempre de un lugar en el cual segundos antes lo tuve frente a mis ojos.



El amigo guía y yo estábamos más familiarizados con el lugar y con un mejor sentido de la ubicación, entonces decidimos tomar otro camino de regreso. Este sendero fue más corto y nos dimos cuenta que habíamos ido por un camino mucho más largo, pero realmente valió la pena, la experiencia fue única. Este camino corto también nos permitió ver muchas vizcachas deslizándose rápidamente o dando grandes saltos de piedra en piedra. Y como siempre al ver cada piedra podía imaginar lo que yo quisiera, por ejemplo esta piedra me parecía la figura de un ave.



Posiblemente muy cerca de aquí viven algunos pobladores, ya que encontré un sembrío de quinua. Aquel cereal originario de los andes peruanos, que constituía una de las comidas básicas de los antiguos pobladores andinos y que durante la época de los Incas tuvo una ceremonia especial. Hoy en día es muy cotizada y apreciada en el mundo entero por sus proteínas de alta calidad. Solo como un dato adicional, la quinua contiene más proteínas que ningún otro cereal o grano, la quinua en su composición tiene 16.2%, el trigo 14% y el arroz 7.5% de proteínas.



Finalmente regresamos sanos y salvos a Vinchos, aquí una foto para el recuerdo con el amigo Juan Curi Oré quien hizo posible que pudiera conocer la laguna. Aparte de conocedor de la historia y los lugares es un buen guía, muy amable y servicial, el cual recomiendo lo ubiquen para realizar una inolvidable travesía.

 



Este viaje inolvidable lo realicé en Junio del 2,015 motivo por el cual algunos datos pueden haber cambiado a la fecha.