lunes, 18 de julio de 2016

HUAMANTANGA: SEÑOR DE HUAMANTANGA


A lo largo de mi vida siempre había oído la palabra “Huamantanga”.  En mis viajes rutinarios dentro de la capital había momentos en que veía en la parte trasera de algunos vehículos, sobretodo en camiones  la palabra “Señor de Huamantanga”.  Iba al mercado y preguntando por la variedad de alguna papa me decían es papa Huamantanga. Algunas veces los sonidos de una banda llegaban a mis oídos y al preguntar me decían es la procesión del Señor de Huamantanga. Un gran letrero justo para un gran mercado de abastos del cono norte de Lima decía “Megamercado Huamantanga”.

Un día decidí ir a este pueblo ubicado en la sierra de lima en busca del renombrado “Señor de Huamantanga”.
 
Abordé una combi en el conocido paradero del kilómetro 22 de la Av. Túpac Amaru, lugar desde donde parten los autos, combis y custers con destinos a los pueblos ubicados a lo largo de gran parte del valle del rio Chillón.
La ruta transcurre por la remodelada carretera que conduce a Canta. El viaje es cómodo debido al buen estado de la carretera y se desarrolla en medio del verdor de los campos de cultivo.



Huamantanga es uno de los siete distritos que forman parte de la provincia de Canta en el departamento de Lima. Se localiza a una altitud media de 3,392 msnm y lo conforman tres anexos: Puruchuco, Quipan y Marco.
Es un pueblo antiquísimo cuya existencia se remonta mucho antes de la cultura Wari y que fue sometida por el Inca Pachacútec.
Después de recorrer 2.30 horas aproximadamente por la carretera que conduce a Canta, a la altura del kilómetro 89 el chofer de la combi toma un desvío que nos llevará hasta Huamantanga.  El desvío se encuentra al lado izquierdo y es conocida como techo o puente de piedra, pero no hay ninguna señalización o panel de aviso que valide este dato. Cruzamos el puente sobre el rio Chillón e iniciamos el ascenso por un camino afirmado. 
 

Después de unos pocos minutos pasamos por el poblado de San José de Canta que pertenece al distrito de Buenaventura.
 

A medida que se asciende miro por la ventana de la combi  y logro ver parte del camino recorrido que entre curva y curva nos lleva cada vez más alto. Son las curvas de Shatamay.
 


Iba al lado derecho del chofer y por la ubicación la mayor parte del camino lo pasé al lado de las laderas del cerro. Mientras esto sucedía pensaba en el regreso y en la ubicación privilegiada que iba tener, iba disfrutar de toda la vista del valle.
 
 

En un momento del trayecto pasamos por la imagen del Señor de Huamantanga, la misma que se encuentra grabada en la roca de un cerro. Al pasar por la imagen el chofer reduce un poco la velocidad y aprovecho para tomar una fotografía de la imagen.
 

Seguimos avanzando y pasamos por un lugar conocido como la biblioteca. La característica de este tramo del camino es una zona rocosa formada básicamente por bloques de piedras apoyados unos sobre otros. Los bloques de piedras parecen cortes casi perfectos de lajas de roca. El chofer me comenta que recibe este nombre porque la gente que recorre este lugar imagina ver en cada pedazo de roca a libros, colocados uno tras otro, simulando estantes de libros de una biblioteca.
 

En el ascenso llegamos hasta muy cerca de las cimas de las altas montañas que dominan toda esta parte de la sierra limeña. El cielo comenzó a llenarse de nubes cubriendo el  azul del cielo que se veía al inicio del ascenso. A pesar de todo permitía distinguir unos pedazos de troncos que señalaban los límites de una curva peligrosa.
 

Como ya lo he dicho en muchos relatos, siempre en los caminos especialmente de los pueblos de la sierra del Perú encontramos  las cruces,  el máximo símbolo de la cristiandad, donde hay una cruz esta Cristo. En este caso vemos la Cruz de Huaripa sobre el cerro del mismo nombre. Se colocó esta cruz en esta parte como un homenaje a los huamantanguinos que construyeron el camino desde San José.
 

A lo largo de este camino de subida desde puente de piedra hasta el pueblo de Huamantanga se pasa por puntos emblemáticos de la ruta, algunos de los cuales son: cruz verde, el rostro, la cuesta, el taro, el caracol y tres cruces entre otras.

 
Después de recorrer aproximadamente 29 kilómetros desde que salimos de la carretera e iniciamos la ruta por el camino de trocha,  pasamos lo que sería la última curva del camino. Este tramo de viaje duró aproximadamente 1.30 horas.


Respecto al nombre posiblemente deriva de la unión de dos vocablos quechuas. Uno de ellos “huaman” que significa “halcón”  y el otro “tanka” que se utilizada para expresar un “descanso cómodo” o “acomodarse”. Uniendo ambos vocablos se interpreta como lugar donde los halcones posan o descansan cómodamente.
 
 
Luego entramos al tramo conocido como la alameda y después de pasar otra cruz al borde del camino logro ver las casitas del distrito de Huamantanga. El carro sigue avanzando y al final nos deja en la entrada del pueblo. Ante el reclamo de los pasajeros el chofer argumenta que las calles se están arreglando y no hay pase hasta la plaza principal.
 


Desciendo de la combi y comienzo la caminata por una larga calle que me conducirá directamente a la plaza principal.
 

Mientras avanzo confirmo lo que dijo el chofer en el sentido de que las calles del pueblo están en mantenimiento y reparación. La mayoría de la casas tienen balcones de madera, unos pequeños y otros grandes, unos hechos con madera tallada y otros con madera simple. Algunas de las casas lucen descuidadas como si estuvieran abandonadas.
 

Lo que compruebo es que no se estaba realizando mantenimiento o reparación de las calles, sino lo que se estaba realizando era el tendido de los tubos para las alcantarillas. En medio de los montículos de tierra trato de llegar hasta uno de los arcos de entrada a la plaza principal.
 

Finalmente llego  a traspasar el arco de entrada y tengo ante mis ojos la plaza principal, la cual luce libre de gente a pesar que es un día sábado.  Lo común es que la mayoría de la población se encuentra en el campo trabajando en sus chacras. Otros abandonan el lugar y emigran hacía la capital en busca de trabajo, quedando el pueblo con una imagen de soledad y abandono.


En la parte central de la plaza se encuentra una pileta de bronce que en la parte media tiene cuatro angelitos mirando cada uno a los cuatro puntos cardinales. No hay señales de agua dentro de ella, posiblemente no lo usan hace mucho tiempo.
 

En una de las calles que forman el perímetro de la plaza principal se encuentra el Santuario del Señor de Huamantanga, una construcción muy antigua que data del siglo XVI y es considerado patrimonio cultural de la nación desde el 5 de diciembre del 2,006. El templo se encuentra flanqueado por dos grandes arcos los cuales no forman parte de la iglesia.


Para llegar hasta el atrio debemos subir unas largas escaleras hechas de bloques de piedras. El templo cuenta con dos torres de cuatro niveles que sirven de campanarios. La torre de la derecha da para el barrio de Anduy y es conocida como la torre del evangelio. La torre de la izquierda da para el barrio de Shigual y es conocida como la torre de la epístola
 


Después de subir las escaleras nos encontramos ante la entrada principal la cual es muy bonita, con muchos detalles y adornos que le dan realce.


Desde el frontis de la iglesia se observa que el pueblo no ha avanzado mucho. Antiguas casas forman el perímetro de la plaza.
 

Solo la parte central de la plaza es de material noble, pero no hay pistas ni veredas.
 

En una de las esquinas de la plaza destaca el local municipal, una edificación de tres pisos  construida junto a uno de los arcos de entrada a la plaza. 
 

En la otra esquina de la plaza se localiza el otro arco de entrada a la plaza.
 

En un costado de la plaza se encuentra un busto de Mariano Villegas. Cuando realizo mis viajes muchas veces encuentro cosas que no había imaginado, lo que me lleva a preguntar en el mismo lugar por estas situaciones y al regreso buscar e investigar algo más con la finalidad de validar lo escuchado y poder escribir un hecho más concreto. Es así como también aprendo cada día más.
Así que investigando en la red leí que hubo un enfrentamiento bélico en el pueblo de Huamantanga entre las tropas peruanas y chilenas, las cuales se enfrentaron el 27 de abril de 1,883.
La tropas chilenas conformadas por 2,000 soldados fuertemente armados perseguían al general Andres Avelino Cáceres que con 150 hombres había huido hacía Canta en la sierra cercana a Lima. En ese momento las tropas chilenas se enteran que una tropa de 100 combatientes peruanos se había dirigido a Huamantanga al mando del coronel Mariano Villegas. La tropa chilena sorprendió a la tropa peruana y en desigual combate la destruyó totalmente, tomando prisioneros al coronel Villegas y al sargento mayor Manuel Vargas, quienes por su alto rango militar fueron fusilados inmediatamente en el mismo campo de batalla.
En 1,944 los restos del Mariano Villegas fueron exhumados del cementerio local y trasladados a la Cripta de los Héroes. Desde esa fecha sus restos reposan junto a los restos de los más grandes héroes peruanos que ofrendaron su vida en defensa de la patria.  


El pueblo de Huamantanga rinde homenaje a Villegas con una placa que dice: “Homenaje de los pueblos de Huamantanga al Coronel Mariano Villegas y a los hijos del distrito que se sacrificaron heroicamente por la patria en la guerra del Pacífico. Huamantanga 30 de Julio de 1,937”.
 

Caminar solitario por estas callecitas de tierra, sin pistas ni veredas, entre casitas tan antiguas que vencen al tiempo y a la naturaleza, en donde no hay nadie más que uno, me deja una sensación de sosiego y relajo. Es como si fuera el dueño de todo.
 



La iglesia estaba cerrada pero uno de los motivos por el cual había viajado hasta este lugar era conocer la imagen de Señor de Huamantanga. Podía cumplir este objetivo solo si lograba entrar a la iglesia. Después de preguntar sobre el custodio de las llaves del templo y siguiendo las indicaciones recibidas me dirigí a la casa del encargado de guardar las llaves del templo. La casa del encargado se encontraba en las afueras del pueblo y para ello  tuve que cruzar el pueblo y caminar por las  inmediaciones, hecho que me permitió ver al pueblo desde el otro extremo.
 

Eran los primeros días de enero y las puertas de muchas de las casitas lucían coloridas cruces sobre sus puertas.


Es una costumbre muy antigua adornar las casas de esta manera para recibir el nuevo año y para la fiesta de las cruces que se celebra el 6 de enero, fecha en que se traen las cruces de los cerros para bendecirlas en la iglesia y retornarlas a sus lugares de origen. Parte de ellas son aquellas cruces que vemos a lo largo de todo el camino, las cuales se unen a otras, que en total son casi 39 cruces, 17 del barrio de Shigual y 12 del barrio de Anduy.
 


Cerca de la plaza encuentro una casita muy bonita pintada de un color muy llamativo. Me acerco a ella porque estaba bien conservada y observo que los balcones descansan sobre columnas de madera con terminaciones griegas de estilo Jónico. Me alegro también porque tenía un letrero grande que decía restaurante. Iba ser el momento de probar algún bocadillo y calmar el hambre, pero las puertas estaban cerradas y no había ningún indicio que se abrieran. No me quedó otra opción que seguir caminando, en busca de algún lugar donde poder almorzar.


En mis caminatas por las calles del pueblo pude observar que en muchas esquinas de lo que en la ciudad llamamos cuadras o manzanas,  habían pequeñas capillas con cruces o imágenes de algún Santo a Santa.

Estos hechos significan que el pueblo guarda un fuerte fervor religioso muy arraigado.



En otra de las calles veo pegado un aviso a la comunidad sobre una pared. Llama mi atención el hecho de que se encuentra escrito sobre una hoja de papel y habla sobre la convocación a una asamblea extraordinaria de suma urgencia.
 

Terminaba la tarde y comenzaba una fuerte lluvia. Entre las gotas de agua que caían del cielo fui en busca del carro que me traería de regreso a la gran ciudad.


Las últimas imágenes que me llevé de Huamantanga fueron las vistas borrosas de sus lindas callecitas que horas antes las había recorrido con mucha alegría y admiración.
 

Como dije en párrafos anteriores mientras hacía el trayecto de ida había pensado en que al momento de regresar iba estar al otro lado del chofer lo cual me iba permitir tener una vista privilegiada desde las alturas.
 

Pero a veces las cosas no son o no salen como una las quiere o imagina. Una fuerte neblina como pocas veces vi, impedía ver el paisaje. Eran imágenes parecidas a las que a veces veo cuando viajo en avión, nubes en la parte de abajo y yo pasando por encima.
 

El chofer había comprado flores para depositar en la imagen pintada en la roca del señor de Huamantanga.
 

Seguimos descendiendo en medio de una fuerte neblina que no permitía ver nada y mis deseos de que al regresar, estando sentado al lado del borde del camino iba tener las mejores vistas de la ruta jamás se cumplieron.
 

Que sabe un limeño como para poder predecir el comportamiento de los cielos serranos o  hacer pronósticos del tiempo.
 

Finalmente se va terminando los 29 km de camino afirmado y veo el puente que nos permitirá entrar a la carretera que viene desde Canta con destino a Lima.
 

Este es el lugar conocido como puente de piedra, aunque también he leído que otros lo conocen como techo del diablo.
 

Ya en la carretera hacía Lima  el panorama es el mismo, una tarde fría con mucha neblina.
 

Como dije anteriormente me había quedado con las ganas de conocer el templo por dentro y ver la imagen del Señor de Huamantanga. Para asegurarme de cumplir con estos dos deseos emprendí un segundo viaje en la fecha central de las festividades en homenaje al Santo Patrón.
Mientras íbamos por la carretera que conduce a Canta, observamos que había ocurrido un accidente en donde una combi llena de pasajeros que retornaba de las festividades había caído en las canaletas que conducen en agua de las lluvias.
 

Desde épocas muy remotas hay evidencias de la solidaridad de los peruanos, muchas más evidencias comprobadas quedan de la época incaica y hasta hoy en día en los pueblos de la serranía todavía se practica lo que en la época de los Incas era conocido como el Ayni. Un trabajo de reciprocidad que consistía en la ayuda de un grupo de personas en favor de otra, con la condición de que esta persona a quien se le ayudaba en esta oportunidad retribuyera de la misma forma cuando se lo solicitaran.  
Y esto mismo fue lo que paso en esta oportunidad. Ante la situación adversa  bajamos todos de la combi y nos unimos a los pasajeros de la combi accidentada para entre todos hacer fuerza para levantar y sacar el carro de la canaleta. Arengas y gritos de fuerza escuchaba mientras a la voz de uno todos empujábamos el carro.
 

Después varios intentos infructuosos finalmente el carro pudo salir de la canaleta para continuar su viaje. Sonrisas, agradecimiento y rostros de alegría nos confundió a todos como si fuésemos antiguos amigos.
 

Una de las principales actividades que tenían que cumplir todos los ciudadanos del imperio de los Incas, era el trabajo, el cual se desarrollaba bajo tres formas: El ayni, la minca y la mita.
La minca también llamada minga era el trabajo comunitario que se desarrollaba en obras a favor de todo el ayllu o comunidad. Se construían canales de regadíos, puentes y cultivo de tierras del Inca, de personas incapacitadas, huérfanos y ancianos. Participaban todos los miembros de las familias del ayllu quienes llevaban sus propias herramientas y comida. Las personas que no participaban eran expulsadas del ayllu y perdían sus tierras.
La mita era un trabajo obligatorio a favor del imperio, lo cumplían solo los hombres casados con edades entre 18 y 50 años. Las mujeres no participaban de esta forma de trabajo. Generalmente era el trabajo realizado en las minas, construcción de caminos, fortalezas, puentes y centros administrativos entre otros.
Continuamos con el viaje rumbo a nuestro destino, era la segunda vez que veía este paisaje, mientras más subía más espectacular eran las vistas del valle.


 
 Nuevamente la parada obligatoria en la imagen pintada en la roca. A diferencia de la primera vez, hoy el lugar se encontraba con la presencia de muchas personas y carros, situación que no parecía raro teniendo en cuenta que estábamos en las fechas centrales de las festividades que los devotos rinden a su Santo Patrón.

Otra vez estaba en la plaza principal de Huamantanga, pero la situación en esta oportunidad era diferente. Las calles del perímetro y la plaza estaban llenas de gente y carros. Muchos huamantanguinos y devotos de Señor de Huamantanga habían llegado desde diferentes puntos del país para participar de las fiestas patronales.
 


No era fácil entrar al templo, la gente ordenadamente hacia su cola o fila india para poder ingresar. Hay un dicho que dice:  “ A donde fueres, has lo que vieres”. De tal manera que siguiendo lo que veía me puse al final de la cola y poco a poco iba avanzando hacía la entrada.
 

Por fin ante mis ojos apareció el interior del templo, un deseo que no pude hacer realidad cinco meses antes.
 

El templo es de una sola nave con el color del techo azul, simulando el color azul del cielo huamantanguino. Los rayos de luz que entran por los vitrales que sirven de ventanales y las luces artificiales daban al interior del templo un ambiente especial.
 

En techo del templo se ha pintado pasajes que narran la historia del Señor de Huamantanga, entre ellas se observan las siguientes escenas: El encuentro de los dos enviados con el maestro, portachuelo, el rostro, el descanso en el árbol taro,  el puquio de Socos, Cruz verde, Tres cruces, Cristo en la Cruz, tempestad en Pampacruz y la Ascensión entre otros.
 


Un panel pegado en una de la paredes interiores del templo nos explica cada uno de los diez cuadros que corresponden al esquema del cielo de la iglesia de Huamantanga.

 
En el altar mayor destaca la imagen del  Patrón del pueblo. Esta es la imagen principal ante la cual miles de peregrinos por devoción o cumpliendo alguna promesa regresan para pedir algún milagro o agradecer uno concedido. Muchos hacen largas caminatas de peregrinación para llegar hasta el santuario.
La fecha central de las festividades en homenaje al señor de Huamantanga es el 3 de Mayo y su fiesta es considerada una de las más grandes e importantes de la provincia de Canta. Tanto es así que el 5 de febrero de 1,985, antes de partir, en su discurso de  despedida al pueblo peruano  su Santidad Juan Pablo II  lo menciona en uno de sus párrafos, diciendo:
“En muchos lugares de la serranía y de la costa, en las cimas de los montes, en las encrucijadas y cercanías de los pueblos peruanos, se yergue con frecuencia la cruz, acompañada a veces de los símbolos de la Pasión de Cristo. Es una devoción muy radicada en la piedad popular. El Señor de los Milagros de Lima, de los Temblores en Cuzco, de Luren en Ica, de Burgos en Chachapoyas y Huánuco, de la Agonía y de Huamantanga en las zonas del Norte, son prueba de ello”.


A un costado del altar mayor se encontraba el anda con la imagen pintada del señor de Huamantanga. La cola que se encontraba en las afueras no era solo para entrar al templo sino que ella continuaba hasta esta imagen, que los devotos trataban de tocar y santiguarse.


En una carretilla de ventas de golosinas compré un folleto que tenía por título la historia del Señor de Huamantanga. Allí  dice que en los años de 1,580 a 1,590  los nuevos huamatanguinos creyentes de la fe católica, designaron a dos de sus miembros para que viajaran a Lima en busca de un escultor, un carpintero y un albañil para que construyeran un crucifijo y los instalaran en la capilla ya preparada.
Parte la comisión y al pasar por Puruchuco ven que por la quebrada de Socos venía un hombre montado en un caballo blanco. Al encontrarse frente a frente los comisionados le explican que iban a Lima en busca de un escultor, un carpintero y un albañil, para que construyesen un crucifijo para la iglesia. El viajero solitario les contesta que precisamente él iba a Huamantanga en busca de trabajo porque él era escultor, carpintero y albañil.  
También él agregó que podía hacer la imagen con la condición de que nadie fuese a visitarlo e interrumpirlo en el lugar donde trabajaría, que le dieran las herramientas y materiales que pudiesen, que terminada la obra le pagasen lo que creyeran justo y que los alimentos le pusieran en la puerta en horas de la madrugada.
De acuerdo a su requerimiento, al maestro se le dio como alojamiento y lugar de trabajo, el local que servía de depósito de los detenidos y su caballo fue llevado al potrero.
De inmediato los huamatanguinos supieron que la obra se había iniciado por los golpes del martillo y los ruidos de otras herramientas.

 
Una madrugada la encargada de llevar el alimento no recibió respuesta a su llamado. Presa de temor por lo que hubiese sucedido, acudió a dar aviso a las autoridades, quienes advirtieron que también el caballo blanco había desaparecido. Pensando que habían sido engañados y burlados, violentaron la puerta para ver si el desaparecido había dejado algo. Grande fue su sorpresa cuando en el interior del local encontraron un hermoso Cristo Crucificado, una bellísima obra con la cual no podía competir ninguna obra hecha por la mano del hombre. También estaban intactos los materiales pedidos y los alimentos entregados.
Considerando que el lugar no era el indicado para tal bella y perfecta imagen deciden sacarla con destino a la capilla ya preparada. Mientras el crucifico es llevado hasta la puerta se desencadena una fuerte tempestad que obligó a los creyentes regresar la imagen adentro y acordar hacer el traslado al día siguiente muy temprano antes de las lluvias. Las tempestades se repiten una y otra vez cada vez que quieren sacar la imagen. Entienden que la imagen no debería sacarse del lugar donde estaba y allí mismo es donde se construye la iglesia que hoy vemos en la plaza principal.  
Mientras me acercaba cada vez más al altar mayor para apreciar de cerca la imagen del Señor, vi que por la parte de atrás aparecían unas manos tocando los pies del señor.
 

Salí de la iglesia y caminé bordeándola por el lado derecho, pasando por la otra puerta de entrada al templo.
 

Vi una puerta de entrada a un lugar oscuro. Todo era silencio, no había nadie a quien preguntar. No me quedó otra opción que ingresar y caminar con cautela siempre hacía adelante, pasando de un ambiente a otro.

Finalmente logro ver en el siguiente ambiente algunas personas y me dirijo hacia ella.
 

Y allí estaba una escalera que conducía a la parte alta del altar mayor y por donde la gente tocaba los pies del Señor de Huamantanga.
 

Un aviso antes de entrar nos indica algunas recomendaciones para ingresar, como guardar silencio, no usar gorros, tampoco pasar algodones, ramas, estampitas o cualquier otro objeto por la imagen. Finalmente el anuncio termina agradeciendo la vista, haciendo votos para que el Señor derrame sus bendiciones a los visitantes y seres queridos, esperando un pronto retorno.
 

Otro detalle que observé es que al entrar todos los devotos se quitan sus zapatos y suben por la escaleras sin ellos.
 

Salí del recamarin y la gente seguía haciendo cola para ingresar. El cielo estaba nublado y sentía una leve sensación de frio.
 

En el camino de retorno muchos carros y también algunos accidentes. Que diferente panorama de cuando fui la primera vez,  en que durante del trayecto por el camino afirmado no nos cruzamos con ningún otro vehículo.
 

No solo cantidad de carros sino también cantidad de gente. El camino es estrecho y en algunos tramos no pueden cruzar dos carros al mismo tiempo, situación que genera paradas, demoras, congestión y también accidentes.
 

Es allí cuando bajamos de los carros para ver lo que está pasando y nos convertimos en conocedores de todo y comenzamos  a dar instrucciones para solucionar estas situaciones. Por lo vivido considero que ese comportamiento es algo natural, es una reacción casi inconsciente del ser humano creer que lo sabe todo y tener las soluciones para todo.
 

Huamantanga en un pueblo pequeño y antiguo con calles, vistas y pasajes muy bonitos. Es difícil encontrar un lugar donde pernoctar y donde almorzar. Si encuentras un lugar donde almorzar hay que entrar y comer lo que se ha cocinado ese día.
Tuve que hacer un segundo viaje exclusivamente para entrar a la iglesia y conocer al Señor de Huamantanga, habrá sido una señal?
Estos viajes los realicé uno en enero y otro en mayo del 2,015.  Cualquier dato puede haber cambiado a la fecha.