La primera vez que fui a Acobamba
fue hace unos 18 años atrás y desde allí siempre que he tenido la oportunidad
de estar por Tarma he tratado de visitar Acobamba, uno de los 9 distritos que
conforman la provincia de Tarma que pertenece al departamento de Junín.
La historia de este distrito
señala que en épocas pre-incas existían dos pueblos tarumas con los nombres de Naupamarca y Muruhuay.
Cada uno de estos pueblos estaban ubicados en las colinas opuestas que
encerraban a la pampa de Agobamba Se cree que en épocas antiguas Agobamba fue
el verdadero nombre de este lugar. Con el tiempo ambos pueblos se unieron y
bajaron a la llanura convirtiéndola en extensos campos de cultivo. Cuando
llegaron los españoles en 1,540 fundaron
el pueblo con el nombre de Acobamba. En
el año 1861 fue elevado a la categoría de distrito siendo presidente del
Perú Don Ramón Castilla.
Su localización es a 10 km de la
ciudad de Tarma sobre los 2,950 msnm. y dentro de su jurisdicción se encuentran
los pueblos de Muruhuay, Huaracayo y Picoy.
Llegar desde Tarma es sumamente
fácil y para ello tenemos dos opciones que podemos utilizar de acuerdo a la disponibilidad
de tiempo y dinero. Una de ellas es
contratar un taxi y en 10 minutos
estaremos en la plaza principal con un costo de S/ 8.00. La otra opción es abordar una combi de transporte público y con
un costo de S/. 1.00 en 20 minutos llegamos a la misma plaza principal. Toda la
vía es asfaltada y se encuentra en buenas condiciones.
La plaza principal no es grande
pero muestra un buen ornato. En ella se aprecia palmeras, arbustos y flores de
diversos colores que hacen de la plaza un lugar acogedor, cuenta con bancas de
madera donde los acobambinos se reúnen para conversar o descansar.
En el perímetro destacan la Iglesia Matriz y el local municipal que junto a otras casonas completan
el escenario.
En la Iglesia San Miguel de
Acobamba se venera a San Miguel Arcángel considerado el Santo Patrón del
pueblo, cuya festividad se celebra el 23 de setiembre. La fachada es simple con
dos torres a los costados que sirven de campanario.
En el centro de la plaza se
encuentra una centenaria pileta de piedra que en ese momento botaba unos
chorritos de agua por la parte superior, más allá en la parte de atrás se observa
el moderno local municipal.
Sobre el origen del nombre se dice que deriva de dos vocablos quechuas: "Ago" que quiere decir “cascajos u hormigón” y de "bamba" que quiere decir “llanura al otro lado del rio”, uniendo ambos vocablos se podría decir que "Agobamba" significa cascajos u hormigón al otro lado del rio. Con el tiempo y la llegada de los españoles el nombre fue cambiado a Acobamba.
Desde aquí abordé una combi con
destino al centro poblado de Muruhuay. Después de 10 minutos aproximadamente llegaba
a la Plaza Cívica de Muruhuay. Así dice
una placa que se encuentra pegada en un pequeño obelisco que termina con la
escultura de un colibrí en el centro de la plaza. En la parte de atrás tenemos
el local municipal.
La historia cuenta que hace muchos años una epidemia de viruela azotó la región. Ante el abandono de las autoridades coloniales en este lugar se concentraran muchas personas atacadas por dicho mal y que por ese motivo se llama Muruhuay , palabra que deriva de la unión de dos vocablos quechuas: “muro” quiere decir viruela y “huay” o “wasi” quiere decir casa . Uniendo ambos vocablos sería algo así como “casa de la viruela” o “lugar de la viruela”.
El objetivo principal de ir hasta
Muruhuay es visitar una vez más el Santuario
del Señor de Muruhuay. Se conoce
con el nombre de santuario a un templo o lugar considerado como sagrado, en
donde se cree que ocurrió un milagro o un hecho muy particular, algo fuera de
lo normal. En los santuarios generalmente se venera una imagen, reliquia o santo
y es lugar de peregrinaje de sus fieles creyentes.
Cuando vi por primera vez este santuario me llamo mucho la atención porque se encontraba en la parte alta de un cerro llamado Shalacoto. Su construcción se hizo en 1,972 a partir de la roca en donde apareció la cruz y en donde se pintó la imagen original. Aparte de ello el diseño es muy moderno y fue obra del arquitecto suizo Kristián Telg Telg.
La leyenda cuenta que al terminar
la batalla de Junín en 1,824 un soldado del ejército realista logró escapar
llegando hasta Acobamba y se escondió en la zona rocosa del cerro Shalacoto. El
soldado temía ser descubierto por los patriotas y no salía de su escondite. No
tenía que comer y se encontraba enfermo, en su desesperación con su espada trazó una cruz en la roca ante la cual oraba
y pedía clemencia. Con el tiempo murió el soldado pero la cruz quedó grabada
para siempre en la roca.
Aquí se une otra historia que
bien podría ser la continuación de la anterior: La mañana del 3 de mayo de 1,835 unos pastores
mientras caminaban hacia sus tierra de cultivo , vieron sobre una gran piedra
unas velas blancas encendidas de las cuales chorreaban cera. La curiosidad hizo
que se acercaran a la roca y descubrieron que no eran velas sino que se trataba
de una cruz grabada en una roca. Dejaron sus cosas y bajaron
inmediatamente al pueblo para contárselo
a toda la población. Cuando los pobladores llegaron hasta la roca vieron la
cruz y dentro de su religiosidad determinaron que era un milagro que los
salvaría de la viruela que arrasaba la zona.
Con mucha devoción pintaron sobre la cruz la imagen de Cristo crucificado y lo llamaron "El
Señor de Muruhuay", que quiere decir "El Señor del lugar de la
Viruela". Desde esa hecha todos los 3 de mayo se celebra el día del Señor
de Muruhuay.
Cuando se ingresa al santuario la
roca con la imagen del Señor de Muruhuay se encuentra en un costado al lado
izquierdo.
El Señor de Muruhuay cuenta con una gran legión de devotos sobre todo en la sierra central, hasta me atrevería a decir que es una de las imágenes con más devotos en todo el Perú. La primera es el Señor de los Milagros. La imagen es protegida por un vidrio y alrededor tiene adornos de plata. Muy cerca se ha construido como un caminito elevado que permite a los devotos tocar la roca y el vidrio que protege la imagen. La gente hace su cola ordenadamente esperando su turno para llegar hasta ella.
El interior del santuario es muy particular, no cuenta con pinturas sino que en lugar de ellos se han colocado tapices propios de la región, particularmente traídos de San Pedro de Cajas, distrito del cual ya escribí en un relato anterior y que se caracteriza por ser tierra de artesanos textiles cuya calidad de sus trabajos es de categoría mundial. Los tapices muestras pasajes de la vida de Jesús.
Por la gran cantidad de velas que
ponían los devotos en 1,997 un incendio daño la imagen motivo por el cual está
prohibido encender velas. En las afueras
del santuario se ha construido un ambiente donde la gente prende y deja su
vela. Lo que normalmente hace la gente es orar, agradecer o pedir un deseo ante
la imagen dentro de la iglesia y luego sale al velatorio y prende su vela
quedándose en este lugar hasta que se consuma totalmente.
A diferencia de otras iglesias el
campanario no es una torre de la iglesia, sino que son tres paredes delgadas
pegadas al templo a manera de columnas
que sostienen tres campanas cuyo movimiento se realiza eléctricamente.
Normalmente las campanas de los templos andinos se mueven subiendo a las torres
y jalando las sogas que están amarradas al badajo, este movimiento es el que
permite que la parte interna central llamada badajo haga contacto con la copa de la campana
generando el sonido que conocemos.
Mientras observaba las campanas
un fotógrafo de lugar me indicó que la parte frontal de las campanas tienen una
parte labrada, por ejemplo en la campana central se observa la imagen de la
Virgen de Guadalupe, en la de la derecha se ve claramente una cruz.
Hace muchos años atrás llegar al
santuario significaba alejarse de cerco urbano, solo se encontraba algunos
puestos de venta de velas y souvenirs.
Hoy en día todo el lugar está lleno de negocios básicamente de comidas,
donde se expenden los ricos platos típicos de la cocina huancaína como la pachamanca,
el chancho o carnero al palo, el cuy frito y los chicharrones.
Las tiendas donde se venden las
velas, escapularios, estampas y todo tipo de souvenirs se han posesionado al
lado derecho del santuario. Esta mucho más ordenado y las tiendas con sus tejados
guardan una armonía con el lugar formando una callecita muy bonita que da ganas
recorrerla.
Unas llamitas vestidas con
adornos de vivos colores se miran y parecen conversar mientras esperan
pacientemente que algún turista se acerque para que su dueño tome una
fotografía y logre venderla.
Mientras paseaba por el lugar tuve que hacerme a un costado
para dar paso a una manada de llamas que aparecieron por la parte de atrás.
Doblaron por todo el frente del santuario y siguieron su
camino. La manada estaba compuesta por
llamas de diferentes colores, parecía un manto o alfombra mágica de apareció de
la nada y pasaba volando por encima del suelo.
Desde este lugar se tiene una vista del todo el valle
apreciando que Muruhuay se encuentra enclavado entre dos grandes cerros muy
cercanos uno del otro.
La información corresponde al último viaje que realicé a este lugar en
octubre del 2,013, a la fecha cualquier dato puede haber cambiado.
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